¿A qué llamamos dilema? ¿Y qué tiene ello que ver con la toma de decisiones? Te invitamos a conocer todo sobre estos razonamientos comunes en la cotidianidad
Decidir es un proceso cotidiano en nuestras vidas. Todo el tiempo estamos sumergidos ante situaciones que requieren de nuestra capacidad deliberativa. Sin embargo, a veces nos cruzamos con ciertos dilemas que dificultan tomar decisiones. Por eso, en este artículo indagaremos qué son y nos centraremos en los aspectos que involucran el proceso deliberativo.
Un dilema implica situaciones de la vida en donde nos vemos forzados a elegir una opción entre dos alternativas posibles. El problema está en que no es fácil escoger, ya que nuestras convicciones éticas y morales pueden verse comprometidas. No obstante, es importante considerar que tomar una decisión es más complejo de lo que se cree y te lo contaremos en este artículo.
¿Qué es un dilema?
Los dilemas son razonamientos complejos que surgen en la cotidianidad. Se trata de la difícil escogencia entre dos posibilidades o alternativas contrarias entre sí. Esto supone que al aceptar o negar cualquiera de las dos opciones hay dos resultados.
Por un lado, obtenemos consecuencias indeseables y por el otro ninguna opción es más preferible que la otra. De ahí proviene la dificultad de elegir entre los escenarios disponibles.
En la sociedad en la que vivimos, solemos estar insatisfechos con las decisiones que tomamos. Eso se debe a que cada vez son más las opciones que tenemos, según nos comenta Barry Schwartz en su libro La paradoja de la elección. Y podemos clasificar a los dilemas en morales o éticos y en reales. Veamos de qué va cada uno
Dilemas morales o éticos
Un dilema moral refiere conflictos que pueden surgir debido a las normas de un determinado grupo social. Por su parte, el dilema ético es la oposición que se produce entre valores individuales y, por lo tanto, propios de un sujeto en particular.
Así hay dos cursos de acción posible. La elección de cualquiera conlleva a la realización de acciones moralmente inaceptables o aceptables, pero con malas consecuencias. En este sentido, ¿qué debemos tener en cuenta para resolver el dilema?
Un trabajo publicado por la Universidad del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina propone tres pasos. El primero considera identificar las obligaciones morales de la persona que debe elegir. El segundo, implica el análisis del impacto de las acciones en los valores individuales del sujeto que elige.
Y, como tercer y último paso, hay que estimar los efectos de esas acciones. Con todo, es importante destacar que no existe una fórmula mágica; de ahí proviene la dificultad de escoger.
Dilemas morales reales
El dilema moral real es aquel basado en hechos concretos y cercanos a los individuos. Esto genera que las personas envueltas en un proceso deliberativo se vean más involucradas y afectadas a la hora de tomar decisiones.
Tal como plantea el estudio de Antonio Linde Novas, resulta más apropiado trabajar con este tipo de dilema que con los anteriores. Su creadora fue la psicóloga estadounidense Lawrence Kohlberg. Ella construyó de modo ficticio una serie de dilemas morales que tenían por objetivo explorar la capacidad de emitir juicios morales. Esto lo lograba mediante la presentación de situaciones hipotéticas.
Por tanto, insertar una cuota de realidad propia del mundo en el que vivimos es algo deseable para analizar la toma de decisiones. Al utilizar escenarios hipotéticos, la probabilidad de que esos escenarios se presenten en la vida real será baja o, incluso, nula.
La toma de decisiones como un proceso complejo
Podemos decir que la solución ante un posible dilema es elegir una de las dos opciones. Sin embargo, esto no es tan sencillo como parece.
Al respecto, un artículo publicado por Praxis Filosófica sostiene que existe una teoría de la toma de decisiones. Esta en inglés es denominada como Theory of decision making; propone como factor relevante la adaptación a los contextos y las variaciones que estos comportan.
Así, la resolución adecuada será aquella en donde el sujeto que decide es consciente de todas las opciones que tiene ante sí. Además, escogerá aquellas que mejor se adapte a sus objetivos. Por supuesto, la teoría de la toma de decisiones implica las siguientes etapas:
- preparación,
- análisis inmediato o mediato,
- paso a la acción o inacción,
- retroalimentación y evaluación de resultados.
Esta teoría implica la combinación de dos requerimientos. Por un lado, la capacidad de poder diferenciar los contextos cambiantes. Por otra parte, nuestro potencial para sumergirnos en ellos.
La autonomía y libertad de elección son fundamentales para nuestro bienestar y la elección es fundamental para la libertad y autonomía.
La importancia de tomar decisiones
Enfocándonos en la manera en que los seres humanos tomamos decisiones, podemos contribuir a mejorar la vida. Comencemos considerando que existen sesgos en el pensamiento racional, tal como sostiene un artículo publicado por el INAP.
Según esto, los errores pueden ocurrir de forma habitual a la hora de tomar decisiones. Más en específico, el contexto afecta la toma de decisiones.
Para ello, hay que considerar los sesgos de preferencia. Se denomina así al comportamiento de enfocarnos en las pérdidas, las gratificaciones inmediatas y las normas sociales cuando decidimos. De igual modo, es posible que la forma en que procesamos la información altere nuestra capacidad deliberativa; mira cómo:
- Prominencia: nos decantamos por aquello que destaca.
- Preocupaciones: pueden impedir que tomemos buenas decisiones.
- Efecto encuadre o framing: la decisión se toma depende de cómo la información es presentada ante nosotros.
- Sobrecarga cognitiva: cuando nos enfrentamos a varias alternativas podemos fatigarnos; se debe a que nuestra capacidad de atención y memoria es limitada. De esta manera corremos más riesgos de tomar decisiones erróneas.
Esto nos da la pauta de que no podemos controlar todos los aspectos sobre las decisiones que tomamos. Incluso, existen ciertos condicionamientos adquiridos a lo largo de nuestra vida que pueden modelar nuestro pensamiento y la manera en que decidimos.
En ocasiones, lo hacemos con rapidez e impulsividad. En otras, nos tomamos tiempo para analizar. En todo caso, cuando de un dilema moral se trata, siempre es preferible apelar a la racionalidad y no a la intuición.
¿Buenas o malas decisiones?
Esta dicotomía entre las buenas y malas decisiones no se puede evaluar solo apreciando los resultados de nuestras elecciones. Tal como sostienen Ariño y Maella (2010), las consecuencias dependen de muchos factores que se encuentran fuera de nuestro control. Y no los consideramos durante el proceso de la toma de decisión porque son imprevisibles.
De igual modo, estos autores nos hacen ver que de cierta forma estamos librados al azar. Esto es así porque si bien hay ocasiones en que obtenemos buenos resultados de inmediato, eso no implica que a largo plazo la suerte no cambie.
Tenemos que comprender que en toda toma de decisiones hay incertidumbre, porque no sabemos lo sucederá. Por eso, debemos aceptar nuestra ignorancia con respecto al futuro. Así podremos mitigar un poco la angustia que nos genera la paradoja del dilema y decantarnos por una solución.
Todos pasamos por ello en el día a día
Los dilemas son auténticos desafíos en nuestro día a día, tanto es así que provocan duda e incertidumbre al momento de elegir, generando angustia en el sujeto. Pero saber que el proceso de tomar decisiones no es sencillo genera cierto alivio.
Asimismo, el arte de decidir implica varios factores. Partiendo de allí, cada vez que nos enfrentemos con un dilema tengamos en mente que no existe una resolución rápida e intuitiva.
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