La perturbadora historia del Pogromo de Kielce, la masacre contra supervivientes del Holocausto
La palabra “pogromo” viene de un término ruso que significa “devastación”. Se usa para referirse a un linchamiento masivo de judíos, ocurrencia que, lamentablemente, ha sido una práctica común a lo largo de la historia. El Holocausto no apareció de la nada. El antisemitismo en Europa ya se había convertido en una pandemia mucho antes de que Hitler naciera. El pogromo de Kielce (un pueblo de Polonia) es un cruel recordatorio de que, a pesar de que los Nazis eran los que más odiaban a los judíos, no eran los únicos.
Sucedió en 1946, un año después de que la Unión Soviética forzara a los Nazis a huir de Polonia, dejando atrás un país arrasado, a cuyos ciudadanos aún les esperaban terribles sufrimientos bajo el dominio de los comunistas. La nación había sido convertida en una ruina por la guerra más devastadora de toda la historia. En esas condiciones, los seres humanos suelen buscar a alguien a quien echarle la culpa de todos sus sufrimientos. Los judíos han jugado ese papel en muchas sociedades.
Antes del Holocausto, el pueblo de Kielce contaba con 24.000 habitantes judíos, casi la mitad de la población total. Apenas 200 judíos serían los que volverían luego de haber sobrevivido el genocidio, con la esperanza de recuperar sus antiguas vidas. Algunos incluso reclamaron con éxito propiedades que los Nazis les habían confiscado. Pero pronto descubrirían por qué ningún judío podía volver a sentirse a salvo en Polonia.
El pogromo de Kielce comienza con una mentira
El primero de julio de 1946, un niño polaco de ocho años saldría de su casa sin informarle a sus padres. Reapareciendo dos días después, el muchacho, necesitando una excusa, le diría a sus padres y a la policía que había sido secuestrado por un hombre, quien lo había escondido en el sótano del edificio del comité judío. Lugar en el que vivían 180 judíos, además de ser la base de operaciones de sus instituciones. Un solo problema con esa historia, el edificio no tenía sótano. Esto, combinado con el persistente rumor de que los judíos secuestran a niños cristianos para usar su sangre en sus rituales, fue suficiente para enfurecer a la población.
Armados con este conocimiento, miles de polacos comenzaron a rodear el edificio del comité judío. Soldados y policías locales entrarían, exigiendo que los residentes les entregaran todas sus armas. De repente se escuchó un disparo, excusa suficiente para que las autoridades salieran del edificio y comenzaran a disparar hacia los judíos que se escondían dentro. Mientras tanto, los civiles atacaban a los que huían del tiroteo, matando a varios de ellos y echándolos al río. Más tarde ese día, los judíos que quedaban vivos dentro del edificio celebraron al ver cómo un grupo de trabajadores metalúrgicos se habría paso con palancas y otras armas improvisadas. Pensaban que venían a protegerlos, hasta que comenzaron a golpearlos salvajemente, uniéndose a la matanza.
Al final de ese 4 de julio de 1946, los polacos habían asesinado a 42 judíos, hiriendo de gravedad a otros 40. El gobierno ejecutaría a nueve individuos por su papel en el pogromo de Kielce, arrestando a unos cuantos más, incluyendo soldados y policías. Pero el mensaje para la comunidad judía fue claro: no los queremos aquí.
El pogromo de Kielce resulta particularmente perturbador, ya que fue una masacre contra sobrevivientes del Holocausto. ¿Cómo debieron haberse sentido los judíos que habían vuelto a Kielce? Luego de haber logrado sobrevivir al acontecimiento más inhumano y sanguinario de toda la historia humana, se encontraban rodeados otra vez, no por Nazis invasores, sino por sus propios vecinos. La desesperación que debieron haber sentido habrá sido como ninguna otra. Tanto luchar por sus vidas para después encontrarse en la misma situación. Habrán pensado que Dios los había abandonado, que su persecución nunca terminaría. En 2017 se estrenó un documental sobre este tema.
Una masacre trágicamente familiar
En Polonia existen varios precendentes de ciudadanos polacos masacrando judíos en masa. En 1941, cuando los Nazis tomaron control del pueblo de Jedwabne, dieron a entender a los residentes que el asesinato de judíos ya no sería considerado un crimen. Estos procedieron a encerrar a cientos de judíos en un granero y quemarlos vivos.
El Holocausto justificó para siempre el objetivo Sionista de construir un hogar para los judíos, un país en el que fueran mayoría y así pudieran protegerse de renovados intentos de exterminio. Los judíos solían ser la eterna minoría, habiendo sido desterrados en múltiples ocasiones. Así aprendieron a crear comunidades aisladas dentro de otras naciones y por eso eran presa fácil. Cuando ocurría cualquier crisis, no costaba nada señalar a los judíos como culpables o cómplices. Porque no parecía afectarles tanto la situación, dado que tenían una comunidad bastante robusta. Se ayudaban los unos a los otros, pero solo entre ellos.
Reflexionar sobre el pogromo de Kielce nos lleva a comprender que el Holocausto no fue un acontecimiento aislado, sino que el racismo es una enfermedad bastante peligrosa, por lo fácil que le resulta esparcirse. Los judíos lograron crear Israel, su propio y único Estado que les permite garantizar su seguridad. Es importante recordar que, hace poco tiempo, este tipo de masacres eran frecuentes. El mundo está mejorando y deberíamos sentirnos orgullosos de ello.