Me llamo Taylor Swift: compartir nombre con la cantante ha sido útil, sobre todo, en el trabajo
Tenía 15 años cuando oí hablar por primera vez de la cantante Taylor Swift. Al principio pensé que no era para tanto, que era una cantante con una o dos canciones de éxito y que no me afectaría, pero me equivocaba. Con el tiempo, empecé a encontrarlo frustrante.
No era más que un chaval que intentaba vivir su vida y ahora compartía nombre con una cantante famosa. Además, acababa de mudarme a Ohio para vivir con mi padre, así que era el chico nuevo del colegio llamado Taylor Swift. Para colmo, tenía un corte de pelo a lo Justin Bieber, llevaba gafas y estaba en el equipo de debate, no fue mi mejor momento.
Como la mayoría de los chicos, estaba intentando averiguar quién quería ser, pero un par de matones de instituto y un profesor del coro que hacía bromas sobre mi nombre no me dejaron elección. Cuando llegó el momento de ir a la universidad y me preparaba para empezar de cero, sabía que tenía dos opciones. Podía cambiarme el nombre, o empezar de cero, y aceptarlo.
Me costó mucho hacerme a la idea, pero al cabo de un tiempo decidí que me quedaría con Taylor Swift en lugar de elegir el nombre TJ, una abreviatura de mi nombre de pila y mi segundo nombre. Recuerdo que pensé que me habían dado este nombre por una razón y que con él iba a crecer y a convertirme en quien debía ser.
Aunque mi nombre sale a relucir en cada interacción social, incluso en mi carrera política, he decidido aceptarlo, divertirme con él y verlo como algo positivo en general. Me gusta mi nombre y creo que me ha ayudado más de lo que me ha perjudicado, incluso en el trabajo.
Mi nombre me hace destacar en el trabajo
Como alguien que trabaja en el sector de la representación en el Congreso de Estados Unidos, donde ayudo a defender temas como la mejora de los salarios, las prestaciones salariales y la tecnología, ayuda tener un nombre como el mío porque la gente suele recordarlo. Cuando me presento a nuevos empleados, nuevos electores, nuevos legisladores o becarios, se acuerdan de mí durante semanas, y a veces incluso meses después. Eso es bueno.
En mi trabajo se conoce a mucha gente. Llega un momento en que todo parece muy transaccional. Por eso es bueno tener algo que te haga destacar: en mi caso, es mi nombre. Cuando la gente se acuerda de mi nombre, también se acuerda del proyecto que intento impulsar, y eso es lo importante.
Mi nombre sirve para hacer las conversaciones más desenfadadas
En mi trabajo, organizamos un acto de presentación de nuestros becarios en el Congreso. Con este acto, nuestro principal objetivo es ayudarles a reducir su ansiedad a la hora de establecer contactos, e intentamos demostrarles que su trabajo como becarios es realmente importante. En el acto, cuando mi nombre aparece en la gran pantalla ante unos 350 becarios, la gente empieza a reírse. Luego piensan: «Quizá no debería reírme. Es raro reírse del nombre de alguien».
Para que no se sientan tan raros, hago una pausa, cojo el micrófono y digo: «Sí, me llamo Taylor Swift. Por favor, sentíos libres de hacer bromas, ya haré un ‘shake it off’, más tarde», una referencia a Taylor Swift. Entonces todos se ríen y se sienten más cómodos.
Cuando estoy en el trabajo, utilizo otras referencias a letras de canciones, como «Sé que este proyecto ha sido duro, pero ‘aún no estamos fuera de peligro’ (‘Out of the woods’)» y «Lo sé, este error ha sido culpa mía. Yo soy el problema. Soy yo’. «It’s me, hi, I’m the problem, it’s me» (‘Antihero’)».
Trabajar en política puede ser estresante, así que si hacer una broma sobre mi nombre hace que alguien se ría, sonría o se acuerde de mí, lo hago.
Conseguir que la gente me tome en serio requiere trabajo
Al principio, la gente puede pensar, ¿quién es esta persona? ¿Cómo puedo fiarme de alguien que se llama Taylor Swift? Dicho esto, tengo que esforzarme para que la gente me tome en serio.
En el pasado, creo que mi nombre ha despistado un poco a la gente. Pero luego, cuando entablo conversación con ellos, o si estoy informando a un miembro del Congreso, o celebrando algún tipo de reunión, ven que me tomo en serio el trabajo que estamos haciendo. Me enorgullezco mucho del trabajo que hacemos y, al cabo de uno o dos minutos, la gente se da cuenta de mi dedicación a la causa en la que trabajamos, y mi nombre no me quita mérito.
Utilizo la inicial de mi segundo nombre para evitar confusiones
Cuando concedo entrevistas a la prensa, les pido que me citen como Taylor J. Swift, para que nadie me confunda con la cantante pop. Así, nadie se pregunta por qué Taylor Swift (sin la J) habla de la modernización y supervisión del Congreso de Estados Unidos. También incluyo la «J» en mis tarjetas de visita o cuando solicito trabajo, para evitar confusiones.
Aun así, la gente se lo pregunta. Por ejemplo, este fin de semana hice una reserva para cenar para dos personas a nombre de Taylor Swift. Me di cuenta de que la anfitriona parecía un poco decepcionada cuando aparecí. Como es normal, bromearon diciendo que yo no era la verdadera Taylor Swift, así que me reí y dije: «Lo oigo todo el tiempo, pero me lo quito de encima» (‘Shake it off’).
Ahora considero que si mi nombre es la mayor complicación que tengo en la vida, no me va mal. Me parece trivial pensar lo contrario.