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¿Por qué olvidamos nuestros primeros recuerdos? Los científicos ya tienen una respuesta

¿Cuál es tu primer recuerdo? Posiblemente una fiesta de cumpleaños, unas vacaciones en la playa o un abrazo de tu abuelo que ocurrieron después de los dos años. Antes de esa edad éramos conscientes de lo que nos rodeaba y fijábamos los recuerdos, como ahora. Pero, por algún motivo, con el tiempo los fuimos perdiendo. Este es un fenómeno conocido como amnesia infantil, que ocurre en la inmensa mayoría de los seres humanos. Aunque hay una excepción. Se ha observado que las personas con trastornos del espectro autista (TEA) tienen una mayor tendencia a recordar vivencias muy temprana de su infancia. No se sabe ni a qué se debe la amnesia infantil ni por qué no ocurre en los TEA. Sin embargo, un nuevo estudio ha puesto a un posible culpable sobre la mesa: el sistema inmunitario. 

El estudio, publicado en Science Advances, se llevó a cabo en ratones, pues se ha observado que también desarrollan amnesia infantil. Lógicamente, no pueden hablar de sus recuerdos. Pero cuando se les hace memorizar un condicionamiento, suelen perderlo si ocurrió en una etapa muy temprana de su vida. Por eso, eran candidatos perfectos para saber por qué olvidamos nuestros primeros recuerdos.

Los autores de la investigación, del Trinity College de Dublín, decidieron analizar el papel del sistema inmunitario materno, ya que es un componente esencial del ambiente en el que se desarrollan los embriones, y también un factor muy a tener en cuenta en la aparición de los TEA. Llevaron a cabo varios experimentos, paso a paso, y encontraron cuál puede ser la causa de la amnesia infantil. Al menos, cuál puede ser la forma de evitarla. Ahora solo queda saber para qué sirve tanto olvido.

Así se memorizan los recuerdos

Ahora que Inside Out vuelve a estar de moda por la llegada de la segunda parte, es un buen momento para volver a ver la película inicial. En ella, se ve cómo funciona la mente de una niña, desde cómo controla sus emociones hasta cómo almacena los recuerdos. 

En la mente de la niña, llamada Riley, se oculta un enorme almacén con estantes llenos de bolitas en las que se pueden ver cada uno de sus recuerdos. Esas bolitas, aunque lógicamente no existen tal cual, se pueden comparar con unas estructuras reales, conocidas como engramas.

Por definición, estas son estructuras neuronales estables que se generan por la estimulación, externa o interna, y que se vinculan a la activación de respuestas concretas, que pueden ser conscientes o inconscientes. Dicho de otra forma, se trata de conexiones neuronales concretas que, al activarse, reproducen la experiencia subjetiva por la que se crearon. Como una pequeña grabación de una vivencia, que queda almacenada en el recuerdo.

Esas engramas pueden permanecer estables y fácilmente accesibles, como cuando todos los recuerdos de Riley se encontraban ordenados en la estantería. Pero también puede perderse la conexión con ellas, impidiendo que vuelvan a activarse, como cuando el recuerdo del amigo invisible de Riley, un elefante rosa, se elimina en forma de basura.

En la película, el borrado de ese recuerdo es un ejemplo de amnesia infantil. De cómo, a  medida que la niña se hace mayor, comienza a perder recuerdos de su infancia temprana. ¿Pero por qué ocurre todo esto?

Sistema inmunitario y amnesia infantil

Los autores de este nuevo estudio quisieron comprobar el papel del sistema inmunitario en la amnesia infantil de los ratones. Para ello, llevaron a cabo varios experimentos, que comenzaron con hembras de ratón embarazadas. Del mismo modo que ocurre en humanos, a veces durante la gestación puede producirse una respuesta inmunitaria de la madre hacia el feto. En el experimento, se provocaron y controlaron estas respuestas, para separar a los ratones nacidos de madres que reaccionaron de este modo, de los que no se expusieron a dicha respuesta.

Después, a todos ellos se les provocó una respuesta de miedo frente a una pequeña descarga eléctrica. Pasado un tiempo, aquellos que se expusieron al sistema inmunitario de sus madres mostraron algunos signos relacionados con el TEA, pero, además, fueron capaces de recordar durante más tiempo lo que ocurre cuando se exponen a una descarga. En cambio, los que no se expusieron al sistema inmunitario lo olvidaron rápidamente.

En el siguiente paso del experimento, se obtuvieron ratones genéticos con un gen que etiqueta las neuronas asociadas a la memoria. De este modo, se puede observar desde fuera cómo van evolucionando. Gracias al etiquetado, vieron cambios muy significativos del tamaño de las engramas de los ratones cuyas madres se estimularon para tener una respuesta inmunitaria durante el embarazo.

Ya estaba claro que el sistema inmunitario tenía que ver. Pero este sistema consta de muchísimos componentes, por lo que quedaba saber cuál era el que afectaba al desarrollo o no de la amnesia infantil. Había varios componentes candidatos, por lo que se obtuvieron ratonas transgénicas sin cada uno de ellos y se fueron observando los efectos en sus crías. Las que no tenían una proteína llamada citocina IL-17a fueron las que ayudaron a dar con la clave. Y es que, aun con la activación del sistema inmunitario, los ratones manifestaron amnesia infantil.

¿Por qué olvidamos nuestros primeros recuerdos?

En definitiva, por mecanismo, casi todos tenemos amnesia infantil. Solo aquellos que se expusieron a una respuesta inmunitaria de su madre durante el embarazo, en la que participó la proteína IL-17a, se libran de este efecto.

Eso quiere decir que es algo que probablemente nos trae algún beneficio evolutivo, de ahí que se haya mantenido en nuestra especie. ¿Pero cuál es ese beneficio? Esa pregunta sigue sin respuesta. Lo bueno es que, ahora que sabemos cómo puede anularse, será más fácil tirar del hilo. Además, quizás algún día tengamos la clave para bucear en los recuerdos y encontrar ese primer abrazo de una madre que, por algún motivo, nuestro cerebro se empeña en olvidar.