Finanzas para niños
«Tendría que ser una asignatura obligatoria.»
Esa frase la hemos dicho todos en algún momento. Sobre todo después de darnos cuenta de que hemos estado toda la vida pagando facturas sin saber cómo demonios funciona el dinero.
La conversación empezó en la nieve. Unos cuantos amigos, unas cervezas post-esquí y una pandilla de sanitarios del Samur que se nos unió. Entre ellos, un tipo majísimo, funcionario público, que reconocía sin tapujos: «Nos están abrasando a impuestos.»
Así, sin anestesia. Un reconocimiento público de que te limpian el bolsillo incluso antes de que veas la nómina.
Le mencioné la inflación como el peor impuesto de todos. El más traicionero. El que no aparece en ningún recibo, pero hace que cada mes tu dinero valga menos.
—No sé de qué me hablas —me dijo, con toda la honestidad del mundo.
Y ahí caímos en la misma reflexión de siempre: ¿por qué nadie nos ha enseñado esto?
Lo que no nos enseñaron (pero nos deberían haber obligado a aprender)
En el colegio nos enseñaron a hacer raíces cuadradas a mano, pero no a entender cómo funciona una hipoteca.
Nos hicieron aprender la fórmula del movimiento rectilíneo uniforme, pero no nos explicaron qué es el interés compuesto.
Nos evaluaron sobre los ríos de España, pero jamás nos dijeron que tener ahorros no es lo mismo que ser rico.
Si la escuela sirve para prepararnos para la vida, fallaron estrepitosamente en el módulo de «cómo no ser un pringado financiero».
Porque el que no sabe cómo funciona el dinero es carne de cañón. Y lo peor es que lo averiguas tarde, cuando ya llevas años corriendo en la rueda del hámster.
Deberíamos haber tenido una asignatura obligatoria, una troncal, donde desde pequeños nos explicaran cosas como:
✅ Cómo funciona el sistema financiero.
✅ Qué significa realmente «impuesto».
✅ Por qué tu sueldo no sube al ritmo de los precios.
✅ Qué carajo es la inflación y por qué es el impuesto más cruel de todos.
Pero no, nos dejaron en pelotas.
Excusas hay muchas. Responsabilidad, solo una.
Ahí donde estábamos, entre nieve y cervezas, estábamos de acuerdo en todo. Menos en un detalle.
—Si no te lo han enseñado, ¿cómo lo vas a saber? —decía él.
—Si no te lo han enseñado, es tu responsabilidad aprenderlo —le respondí.
Y ahí es donde está el punto clave. La falta de educación financiera es un problema. Pero la falta de iniciativa para aprenderla es un suicidio.
Si a los 40 sigues sin saber cómo funciona tu dinero, ya no es culpa de la escuela.
Si crees que tu nómina es tu sueldo, tienes un problema.
Si sigues pensando que la inflación «pasa porque sí», estás frito.
Porque el sistema no te lo va a poner fácil.
Nadie va a venir con un diploma de «curso acelerado de finanzas básicas» a salvarte.
O aprendes a manejar el dinero o el dinero te maneja a ti.
Y tarde o temprano, todos aprendemos. Algunos por curiosidad, otros por hostiazos.
Más vale tarde que nunca (pero cuanto antes, mejor)
Así que sí, Finanzas debería haber sido asignatura obligatoria. Pero no lo fue. Así que nos toca espabilar.
Si tienes hijos, enséñales tú.
Si no tienes ni idea, ponte las pilas.
Si crees que «esto no va contigo», espera unos años y me cuentas.
Porque en un mundo donde cada vez hay más impuestos invisibles, saber cómo funciona el dinero ya no es opcional.
Y como bien dicen por ahí:
“Si no aprendes cómo funciona el dinero, pasarás toda la vida trabajando para quien sí lo sabe.”
Tu elección.