Esto es en lo que invertiría un economista en 2025
Cualquier analista recomendaría una cartera diversificada, que es lo más habitual en escenarios volátiles y con sectores que pueden dar un salto o hundirse. Nada a lo que no estemos acostumbrados.
Por ello, asignar un 40% de la cartera a renta variable en sectores tecnológicos sería una estrategia clave. La robotización del sector industrial, por ejemplo, es una tendencia estructural que no podemos ignorar en un mundo tan hiperconectado y dependiente.
Otra apuesta casi «segura» es el sector salud.
Tenemos una población cada vez más envejecida, con una esperanza de vida que cada vez se acerca más a los 100 años —y no solo en los países desarrollados—. De hecho, cada vez se aleja más la edad de jubilación, por lo que la infraestructura que se está construyendo está adaptada a personas que superan los 65 años en perfectas condiciones físicas y mentales. Y la gran mayoría son económicamente solventes.
Esto abre nuevos nichos de mercado para diferentes segmentos de la población: de 60 a 70 años, de 70 a 80, y hasta más de 90 años de edad para promover esa longevidad con sentido de la que tanto se habla. La biotecnología y la salud digital —donde los pacientes se podrán atender en sus propias casas, conectados a sus hospitales o médicos de cabecera— servirán para cubrir las necesidades de la creciente demanda de soluciones innovadoras que aumenten la calidad de vida.
Las terapias génicas, los dispositivos médicos conectados y la telemedicina representan áreas de alto potencial.
Otro sector muy interesante es el de las energías renovables, impulsado por los retos de la sostenibilidad y de un mundo que cambia para adaptarse a nuevas circunstancias. Presenta oportunidades tanto en infraestructura como en tecnologías limpias, desde almacenamiento de energía hasta hidrógeno verde. Y hay otros fenómenos naturales que no se pueden ignorar, como el deshielo del Ártico. Ahora, el desafío es ver cómo se explota de forma razonable y da oportunidades a empresas e inversores que puedan aprovechar muchos de los recursos relacionados —sin perder de vista que el principal objetivo es mantener la vida en nuestro planeta—.
Para compensar la volatilidad, la renta fija en la cartera de 2025 se podría situar en un 30%. Ese porcentaje dará a la cartera una mayor estabilidad y se amortizará cualquier posible fluctuación del mercado variable.
Una buena opción serán los bonos corporativos de alta calidad en sectores como la tecnología limpia y las telecomunicaciones, que obtendrán un rendimiento atractivo con un riesgo moderado. También es beneficioso para tu cartera en este momento la deuda soberana de países como Alemania o los países nórdicos, que presenta una garantía de ingresos bastante predecibles.
En cuanto a los activos alternativos, un máximo del 15% de la cartera podría estar asignado a bienes raíces o activos cuyo modelo de inversión es relativamente nuevo y no muy perseguido por la regulación, para captar parte de ese crecimiento de sectores innovadores y poco conocidos.
Activos tangibles de diversificación, no relacionados con los mercados bursátiles, también emergen con fuerza.
Respaldados por empresas con presencia en todo el mundo, algunas de las mejores opciones son las inversiones en vino y champagne, cuyo valor prácticamente no cambia y su rentabilidad es una (nada despreciable) tasa del 10% al 15% anual.
Este tipo de inversión se centra en la adquisición de vinos de alta gama y ediciones limitadas, que tienden a aumentar su valor con el tiempo debido a su rareza y demanda sostenida. Como otros hacen con los relojes, por ejemplo.
El 15% restante podría concentrarse en instrumentos líquidos. Esto proporcionaría una flexibilidad y una adaptación rápida a las cambiantes condiciones del mercado. Los ETF de bajo coste que replican índices globales permiten capturar una exposición diversificada con eficiencia, mientras que los activos monetarios ofrecen un refugio seguro para momentos de incertidumbre.
Esta estructura de cartera equilibra el riesgo y la rentabilidad. Además, se alinea con las megatendencias globales de sostenibilidad, digitalización y salud, lo cual asegura un enfoque estratégico y adaptado a las dinámicas del mercado.